Existe una estrecha relación entre la evolución de los precios del petróleo y la inflación. Esto se debe a que el incremento del precio del petróleo genera un aumento en el índice general de precios, lo cual a su vez lleva a los bancos centrales a elevar las tasas de interés para contrarrestar la presión inflacionaria.
Según el Banco Central Europeo, cada incremento del 10% en el precio del petróleo en los últimos años ha provocado un incremento del 0,4% en los precios de los bienes energéticos y aproximadamente del 0,2% en la tasa de inflación.
Pero, ¿cómo se produce esta correlación?
El aumento general de los precios, es decir, la inflación, puede ser de dos tipos. La inflación por el lado de la oferta se produce cuando aumentan los costes de producción o se reduce la capacidad de producción. Esto puede ocurrir debido a diversos factores, como un acontecimiento inesperado que dificulte el suministro de materias primas (como una pandemia o la guerra desencadenada por Rusia en Ucrania) o un aumento del coste de las materias primas, como el petróleo.
El precio del petróleo tiene un impacto significativo no solo en el precio en el surtidor de gasolina para los ciudadanos. Todas las empresas se ven afectadas por los efectos del encarecimiento del petróleo en todos los sectores, desde la industria manufacturera a la alimentación, pasando por la agricultura y el transporte.
Cuando el petróleo se vuelve más costoso, las empresas gastan más en la producción de bienes. Si deciden trasladar estos costes a los consumidores, se genera una presión inflacionaria que reduce el poder adquisitivo y tiene efectos en cadena sobre el crecimiento económico. Por otro lado, si las empresas absorben los costes sin trasladarlos al consumidor final, se reduce la capacidad de producción, así como los beneficios e inversiones, lo que también genera una disminución del crecimiento económico.
Sin embargo, si evaluamos la evolución de los precios sin el componente energético, la llamada «inflación subyacente», es decir, neta de los precios de la energía y los alimentos, en este caso vemos que el impacto del precio del petróleo es menor. Aun así, la variación de los precios del petróleo se transmite indirectamente a la inflación subyacente principalmente a través de factores macroeconómicos.
Entre 2002 y 2008, por ejemplo, la economía estadounidense experimentó una crisis del petróleo comparable en magnitud a las dos crisis provocadas por los países de la OPEP en los años setenta y ochenta. Sin embargo, los efectos fueron muy diferentes y la inflación subyacente se mantuvo más o menos estable.
El caso de la crisis del petróleo de los 70
La crisis del petróleo de los años 70 comenzó con un acontecimiento geopolítico, la guerra de Yom Kippur (también conocida como guerra del Ramadán o guerra de octubre), cuando Israel fue atacado por el ejército egipcio a través de la península del Sinaí. Al mismo tiempo, los países de la OPEP, en apoyo de Siria y Egipto, decidieron una fuerte subida de los precios del petróleo a nivel global y una disminución del 25% de las exportaciones, así como un embargo a los países más proisraelíes.
A esto se añadió otro factor determinante: en 1971, la administración estadounidense dirigida por Richard Nixon había decidido detener la conversión del dólar en oro. Así pues, los productores árabes aumentaron los precios del petróleo para compensar la devaluación del dólar, que era la moneda utilizada para comprar crudo.
Intervinieron varios factores. Para muchos analistas, la causa principal del repunte inflacionista que se generó fue la política monetaria.
Los ciudadanos debían consumir la menor cantidad de luz posible, dejando sus coches en casa. Y las consecuencias se extendieron a los consumidores de los países occidentales, que experimentaron estanflación, la combinación de inflación récord y bajo crecimiento económico.