A raíz de la pandemia de Covid-19, la atención a la salud mental ha ocupado su lugar en la agenda política tanto como en la esfera laboral y familiar. El bienestar psicológico, al igual que el físico, es un elemento clave de la salud de las personas y, por tanto, debe cuidarse. Sólo una sociedad que está mental y físicamente bien puede llamarse una sociedad sana. Porque las repercusiones de la salud mental no son sólo sanitarias, sino también sociales y económicas.
Datos sobre la salud mental
Pandemia, crisis económicas y guerras han cargado de estrés y tensión especialmente a la población más joven. Según Unicef, aproximadamente 11,2 millones de niños y jóvenes de la Unión Europea menores de 19 años sufren algún problema de salud mental. Entre los que tienen entre 15 y 19 años, aproximadamente el 80% sufre ansiedad y el 4% depresión.
Y según datos de la Organización Mundial de la Salud, el 20% de las personas en edad laboral declaran vivir con un trastorno mental derivado de la ansiedad, el estrés o la depresión relacionados con el trabajo.
Los costes colectivos
La falta de bienestar psicológico tiene un coste para la sociedad: según datos de la OMS, la depresión y la ansiedad cuestan a la economía global alrededor de un billón de dólares cada año, debido principalmente a la reducción de la productividad.
De hecho, se calcula que por cada euro invertido en la promoción de la salud mental en las empresas, hay un retorno económico de cuatro euros, debido a la reducción del absentismo y al aumento de la productividad.
El papel de la inversión pública
Desde el inicio de la pandemia, el gasto en servicios de salud mental para niños y adolescentes ha aumentado en más de una cuarta parte (26%), según un estudio de la RAND Corporation. De marzo de 2020 a agosto de 2022, el uso de servicios de salud mental creció un 22%.
Esta renovada conciencia también ha llevado a los responsables políticos a actuar. España sigue ocupando uno de los últimos puestos en Europa en cuanto al porcentaje de gasto sanitario dedicado a la salud mental, dedicándole alrededor del 5% del gasto sanitario total, mientras que los principales países de renta alta, como Suecia por ejemplo, le dedican más del 10%.
La OMS ha insistido en varias ocasiones en los últimos años en la urgencia de un cambio de rumbo, como también se reitera en el Plan de Acción Mundial de Salud Mental 2020-2030. Esto se debe a que la salud mental está directamente relacionada no solo con la esperanza de vida y las tasas de mortalidad y suicidio, sino también con la productividad y los resultados económicos de un país.
El papel de las empresas en el bienestar de las personas
Para muchas empresas, promover el bienestar mental de sus empleados se ha convertido en un imperativo. De hecho, el paquete tradicional de prestaciones sociales de las empresas, que incluye seguro médico y planes de pensiones, se está ampliando para incluir la salud mental.
Cada año, según la OMS, se pierden 12.000 millones de jornadas laborales debido a la ansiedad y la depresión, lo que supone una pérdida de productividad que equivale aproximadamente a un billón de dólares. Un coste invisible que ya no puede pasarse por alto. Ninguna empresa, en definitiva, puede alcanzar todo su potencial sin cuidar la salud mental de sus empleados.
También porque los trabajadores que gozan de buena salud mental suelen estar más concentrados y ser más productivos. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard confirmó que los empleados felices y mentalmente sanos son de media un 31% más productivos que sus compañeros de trabajo menos felices.