Comprar un instrumento financiero en un mercado y luego revenderlo en otro para aprovechar las diferencias de precios y obtener beneficios. Es lo que se denomina arbitraje.
A diferencia de la especulación, que se basa en las diferencias de precios de un mismo activo en distintos momentos, pero en el mismo mercado, el arbitraje explota las diferencias de precios en distintos mercados. El beneficio del inversor se obtiene así de la diferencia de precios entre el precio de compra más bajo y el precio de venta más alto.
¿Cómo funciona el arbitraje?
Los mercados financieros cambian constantemente, debido a los diferentes movimientos de la oferta y la demanda que se reflejan en la variación del precio de los distintos activos financieros. Esto puede dar lugar a imperfecciones, por las que un mismo activo puede estar colocado en distintos mercados de negociación con precios diferentes al mismo tiempo. En esto se basa el arbitraje.
Pongamos un ejemplo simplificado. Supongamos que las acciones A se negocian a un precio de 10 euros en la Bolsa de Madrid. La misma empresa cotiza en la Bolsa de Londres, donde las acciones A se negocian a 11,50 euros. Al abrir una posición de compra en Madrid y otra de reventa en Londres, el beneficio es de 1,50 euros por acción. En esta operación, sin embargo, también hay que tener en cuenta los costes de realización de la transacción, como las posibles comisiones de compra y venta.
Otro ejemplo puede darse con bienes de uso común, como la gasolina. Si la gasolina cuesta menos en Sevilla que en Madrid, uno puede comprarla en Sevilla y revenderla en Madrid, obteniendo un beneficio.
Cuestión de tiempo
Pero, por lo general, las condiciones de desajuste de precios que dan lugar a oportunidades de beneficio sólo duran breves instantes. Por lo tanto, los márgenes de maniobra suelen ser muy reducidos. Un aumento de la demanda hará subir el precio de la gasolina en Sevilla, mientras que un aumento de la oferta lo hará bajar en Madrid.
La actividad de los arbitrajistas, por tanto, tiende a reconducir rápidamente los precios hacia niveles de equilibrio, permitiendo de hecho que los mercados sean más eficientes.
Tipos de arbitraje
Sin embargo, con las innovaciones tecnológicas y la digitalización de los mercados, este tipo de ineficiencia del mercado es ahora cada vez menos frecuente. Los mercados financieros son rápidos y están interconectados, y las diferencias de precios no se producen con frecuencia.
El arbitraje puro, aquel que aprovecha las ineficiencias del mercado explotando dos activos negociados a precios diferentes, es por tanto cada vez más difícil de realizar. Los desajustes de precios son mucho menos frecuentes. Quienes desean realizar arbitraje saben que es más fácil encontrar ineficiencias en nuevos mercados, como el de las criptodivisas, por ejemplo.
El arbitraje a través de fusiones y adquisiciones (M&A), es diferente. Es el tipo de arbitraje que se pone en práctica cuando se compra una empresa. Cuando una empresa decide comprar otra cotizada, la primera paga a la segunda un precio por acción que suele ser superior al precio por acción cotizado en bolsa en ese momento. Es lo que se conoce como "prima de adquisición". Así, cuando se hace pública la noticia de la adquisición, entra en juego el arbitraje, que se apalanca entre el precio actual y el precio superior indicado en el acuerdo de adquisición.
Imaginemos, por ejemplo, que la empresa A ha mostrado interés en adquirir la empresa B, comprometiéndose a comprar todas las acciones de la empresa B a 5 euros cada una. La noticia lleva a varios arbitrajistas a presentarse inmediatamente para comprar las acciones de la empresa B a 50 céntimos menos que el precio de fusión, pagando así 4,50 euros cada una. Suponiendo que uno haya invertido 450.000 euros para comprar 100.000 acciones y que al cabo de dos meses la fusión se materialice a 5 euros por acción, las acciones compradas ganan 50.000 euros. Sin embargo, si la fusión no se materializa, las acciones de B se desplomarían y se incurriría en pérdidas. Se trata, por tanto, de un mecanismo muy arriesgado, que suelen practicar los inversores experimentados.
Por último, también se habla de arbitraje fiscal, en el que se explotan normativas fiscales ventajosas ubicando, por ejemplo, una empresa en los llamados paraísos fiscales con una fiscalidad más baja. El mismo argumento puede esgrimirse con la deslocalización de una empresa con vistas a aprovechar unos costes laborales más bajos: en este caso hablaríamos de arbitraje laboral.