Qué significa vivir en una economía de guerra hoy día

Guía de finanzas
Desaceleración económica, inflación, racionamiento de la energía. El conflicto entre Rusia y Ucrania ya ha tenido un impacto, centrando la atención en tres palabras que no oíamos desde hace más de setenta años.

El presidente del Consejo de Ministros de Italia, Mario Draghi, lo ha dicho claramente: «Todavía no estamos en una economía de guerra», pero hay que prepararse. Llama la atención, a pesar del desmentido, que esas tres palabras (economía de guerra) fuesen pronunciadas por el jefe del Gobierno italiano y que se hayan hecho eco en el panorama internacional. Pero ¿qué es la economía de guerra y cómo se presenta (o se presentaría) hoy?  

Qué es la economía de guerra

La economía de guerra es la adaptación de todo un sistema productivo nacional al esfuerzo requerido por un conflicto bélico. La definición, bastante amplia, se refiere a diversos aspectos, que van de la industria a la energía, pasando por la composición del gasto y del consumo.

La economía de guerra en los dos conflictos mundiales

En la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el esfuerzo fue máximo. Sectores enteros, empezando por la industria metalúrgica, se transformaron para dedicarse a la producción de armamento. Y cada recurso disponible se orientó en esa dirección, drenando no solo los sectores que debieron transformar sus plantas de producción, sino también otros que, como el sector alimentario, estuvieron caracterizados por un fuerte racionamiento de los bienes.

Por ello, la economía de guerra transforma completamente la organización de un Estado, convirtiendo el conflicto, el armamento y el mantenimiento del ejército en las prioridades absolutas. Con otro efecto colateral: la economía de guerra tiende a acelerar y absorber algunas tecnologías, promoviendo la ósmosis entre innovaciones civiles y bélicas. No hay más que pensar en el telégrafo, el motor de combustión o la energía nuclear. Incluso Internet tiene sus raíces en un proyecto militar estadounidense de la época de la Guerra Fría. 

La economía de guerra de hoy

Como resulta evidente en la descripción que acabamos de hacer, seguimos estando muy lejos de una auténtica economía de guerra. Además, la organización económica de los países implicados y los recursos bélicos empleados son totalmente distintos de los de la Segunda Guerra Mundial.

Por tanto, la aproximación a una economía de guerra implica, por el momento, una gestión diferente de algunos recursos. En una entrevista en el periodico italiano La Repubblica, Stefano Manzocchi, profesor de Economía Internacional y protector para la investigación en la universidad LUISS Guido Carli, ha hablado de «una economía de reservas más que de una economía de guerra». En el caso de Rusia, su emblema es la gestión de la energía: al igual que otros países, Italia ha acelerado el proceso de abandono del gas procedente de Moscú. Pero es un cambio que necesita tiempo. Por este motivo, no se puede descartar la posibilidad de un racionamiento energético. Las mismas medidas también podrían aplicarse a otros bienes.

Hoy día, la economía de guerra se traduce en la perspectiva de una desaceleración económica acompañada de una fuerte inflación. El PIB europeo ya ha sufrido un frenazo: del 4,2% previsto antes del conflicto, el BCE ha pasado a indicar —de acuerdo con la hipótesis más pesimista— un crecimiento del 2,3%, es decir, dos puntos porcentuales menos. Un dato preocupante si lo sumamos al aumento de los precios. Por tanto, se está materializando el riesgo de la llamada estanflación: una economía estancada unida a una fuerte inflación. Una combinación que podría afectar a sectores enteros, empresas y familias.