Alzheimer: entre investigación y prevención

Invertir en innovación 2 min. de lectura
El Alzheimer ha confundido a los científicos durante décadas. Ahora por fin vemos algunos signos de progreso en el tratamiento y el diagnóstico, pero aún queda mucho camino por recorrer para ganar esta batalla.

Hay más de 50 millones de personas en el mundo que sufren demencia y el 55% de ellas padece la enfermedad de Alzheimer. A medida que la población mundial envejezca, ésta será una tendencia creciente, pero por increíble que parezca, la industria farmacéutica lleva más de un siglo sin lograr avances en los tratamientos, a pesar de que se han encontrado soluciones para otros problemas neurológicos.

Los retos de la neurología

"La neurología está en pleno renacimiento. Enfermedades que antes no creíamos tratables ahora son curables, hemos visto avances increíbles en la forma de tratar la esclerosis múltiple, la epilepsia e incluso los tumores cerebrales. Pero el Alzheimer y los trastornos neurodegenerativos presentan un reto especial, en parte debido a la complejidad de las enfermedades que aparecen en etapas avanzadas de la vida", explica Matthew Schrag, neurocientífico y médico de la Universidad Vanderbilt de Nashville (Tennessee).

Recientemente, sin embargo, ha habido nuevas señales de esperanza: en 2021, por ejemplo, el Organismo de Control de Alimentos y Medicamentos estadounidense aprobó Aduhelm, el primer nuevo medicamento contra el Alzheimer desde 2003. Además, en 2022, la empresa farmacéutica Eisai comunicó datos de ensayos clínicos de fase 3 que mostraban que su nueva terapia podía ralentizar la progresión del Alzheimer en un 27% en un periodo de 18 meses. Y en mayo, la compañía farmacéutica rival Eli Lilly comunicó resultados notablemente positivos de su estudio de fase 3 de Donanemab, un fármaco aclamado como un gran avance en la lucha para tratar el Alzheimer debido a su capacidad para ralentizar la pérdida de memoria y el deterioro cognitivo.

¿Cómo actúa la última generación de fármacos?

Todos estos tratamientos se centran en eliminar del cerebro una proteína llamada amiloide. Para entender por qué, hay que tener en cuenta que las características patológicas de la enfermedad de Alzheimer incluyen la presencia de placas amiloides y ovillos neurofibrilares formados por la proteína tau en el cerebro. Su efecto es impedir que las neuronas se comuniquen correctamente, lo que desencadena numerosos procesos neurodegenerativos que se manifiestan en síntomas como el deterioro cognitivo, la pérdida de memoria, la falta de juicio y el retraimiento de las actividades sociales.

Más allá de los amiloides

Sin embargo, no todo el mundo está convencido de que sea la acumulación de amiloide en el cerebro lo que causa el Alzheimer. Los recientes resultados clínicos de los fármacos que tratan los amiloides parecen impresionantes en términos porcentuales y varios medios especializados se apresuraron a hablar de un gran avance. Lástima que, de momento, los beneficios sigan siendo limitados y las nuevas terapias tengan efectos secundarios, como hinchazón y pequeñas hemorragias cerebrales, además de ser tratamientos poco prácticos de administrar. De hecho, se administran a los pacientes mediante infusiones intravenosas, pero los tratados deben someterse cada vez a resonancias magnéticas para comprobar si hay hemorragias cerebrales u otros efectos adversos.Pero mientras continúa el debate sobre el amiloide, hay otras razones para fomentar la investigación sobre el Alzheimer. En primer lugar, los diagnósticos están mejorando: gracias a los biomarcadores podemos detectar la enfermedad, detectar cambios tempranos en el cerebro y controlar las respuestas a fármacos o intervenciones.

Conocer mejor el Alzheimer

Además, los investigadores están avanzando en muchos frentes, desde la inflamación al papel de los vasos sanguíneos, pasando por el estrés oxidativo, la función sináptica o el sueño. Todos ellos son objetivos de alto nivel para conocer mejor una enfermedad que puede desarrollarse durante décadas antes de manifestarse.

Schrag cree que mejorar nuestra comprensión de los procesos metabólicos podría ser crucial: "en el cerebro se acumulan muchas proteínas que no deben estar ahí, y creo que es un argumento de peso para estudiar los sistemas de "limpieza" del cerebro, en lugar de simplemente intentar deshacerse de las proteínas".

La otra buena noticia es que la investigación preventiva también está ganando terreno: sólo en Estados Unidos hay más de cien estudios sobre intervenciones no farmacológicas, como el entrenamiento cognitivo, el ejercicio y la dieta.

Por último, el Alzheimer también podría beneficiarse de las mejoras en las intervenciones neurológicas en general. Tenemos la capacidad de insertar catéteres en el cerebro y extraer coágulos, y ha habido una explosión de software de Inteligencia Artificial que ha ayudado a que las cosas se muevan con más rapidez y fiabilidad", concluye Schrag.