Una cartera de inversión es el conjunto de activos financieros que posee una persona o una institución, ya sea una empresa o un fondo. He aquí cinco puntos para entender mejor de qué estamos hablando.
¿Qué puede contener una cartera?
Una cartera puede contener acciones, bonos, materias primas, efectivo, fondos y pólizas que posea un inversor. También puede constar de valores no negociables, como obras de arte o inversiones privadas. En esencia, la composición de la cartera tiene combinaciones prácticamente infinitas de activos, creadas en función de los objetivos financieros del inversor.
Asignación de activos y riesgo
Una cartera bien construida debe reflejar la propensión al riesgo, el horizonte temporal y los objetivos del inversor. ¿Busca un rendimiento a corto o a largo plazo? ¿Está dispuesto a soportar la posibilidad de pérdidas sustanciales para obtener rendimientos sustanciales? ¿O adopta un enfoque más prudente?
Hay activos que suelen tener un riesgo más elevado, pero lo que marca la diferencia es su asignación, es decir, el peso y el valor monetario de los instrumentos financieros en la cartera. Por lo tanto, la asignación de activos tiene por objeto maximizar los rendimientos de manera coherente con la propensión al riesgo del inversor.
¿Qué es una cartera de inversión?
La cartera de inversión nace de la necesidad de encontrar la mejor composición de activos para los objetivos del inversor. En cualquier caso, tanto si el enfoque es más o menos prudente, la razón de ser de la cartera es su capacidad de diversificación.
Cualquiera que sea la estrategia, en efecto, centrarse en una sola clase de activos (por no hablar de una única inversión) aumenta el riesgo. Por una sencilla razón: se ata el destino de la inversión a un único "ganador". La diversificación, en cambio, permite contener el riesgo creando una cartera que tiene en su seno clases de activos diferentes y no correlacionadas, es decir, diferentes no sólo por "clase" (acciones, obligaciones, divisas...), sino también por sectores (cíclicos o anticíclicos) y origen geográfico (mercados emergentes o maduros).
La diversificación también permite abordar el otro factor que define una cartera: la perspectiva temporal de la inversión, es decir, el tiempo durante el cual el inversor renuncia al uso inmediato de su capital para invertirlo y obtener un rendimiento futuro.
¿Quién gestiona una cartera de inversión?
La cartera la mantiene directamente el inversor y puede gestionarla un profesional financiero, un banco, un fondo u otras entidades financieras.
¿Cómo se gestiona una cartera?
La gestión de una cartera puede ser activa o pasiva. La gestión activa consiste en modificar con frecuencia la asignación de activos para obtener mejores resultados que el índice de referencia. Su objetivo es, en esencia, batir al mercado.
La gestión pasiva, en cambio, compone la cartera para replicar un índice de referencia. Su objetivo es, por lo tanto, ofrecer una réplica "a escala reducida" del rendimiento del mercado lo más cercana posible.
Sin embargo, la gestión activa y la pasiva no son dos alternativas claras: hay que considerarlas más bien como polos estratégicos, entre los que existen infinitos matices.