Los humedales pantanosos, famosos por albergar antiguos sacrificios humanos, dar aroma al whisky y proporcionar combustibles básicos, podrían ser una de las soluciones para mantener el dióxido de carbono fuera de la atmósfera. Pero esto solo es posible si se extiende el uso de las alternativas a la explotación de estas turberas para el compostaje agrícola.
Formadas por capas de turba (una masa gruesa y fangosa compuesta por restos de animales antiguos), estas extensiones anegadas y musgosas no parecen tener utilidad para los seres humanos. Esta hierba porosa es demasiado húmeda como para utilizarla para la construcción o el cultivo, ya que, entre otras cosas, atrae mosquitos y, con ellos, enfermedades como la malaria.
Por este motivo, durante décadas, los humanos han drenado la zona pantanosa y han utilizado la turba seca —que ayuda a retener los nutrientes del suelo y fomenta el crecimiento de las plantas— como compostaje o medio de cultivo para la agricultura, la horticultura y la silvicultura.
Pero recientemente, los científicos han descubierto el peligro de este uso.
Pequeño pero potente
Normalmente, cuando una planta se descompone, libera dióxido de carbono de nuevo a la atmósfera. Sin embargo, el ecosistema de las turberas es tan sucio que, en lugar de descomponerse, las plantas y su carbono quedan atrapadas en la tierra.
Las turberas, que cubren solo un 3% de la superficie del planeta, absorben el doble de carbono que todos los bosques del mundo juntos, lo que las convierte en el mayor almacén de carbono natural. También conservan la biodiversidad, minimizan el riesgo de inundaciones y garantizan agua potable.
A estas sorprendentes cifras se suma otra muy preocupante: las turberas degradadas —que cubren solo el 0,3% de la masa terrestre— representan el 5% de las emisiones mundiales de efecto invernadero producidas por el hombre cada año.
Ya se está trabajando en el desarrollo de una tecnología de suelos y semillas con bajos niveles de carbono que carezca de turba y pueda satisfacer las necesidades de varias industrias que utilizan turba, especialmente la silvicultura, donde la creciente demanda de reforestación los ha convertido en uno de los mayores consumidores.
SilviBio es una empresa emergente del sector de la agrotecnológica, cuyo objetivo es la conservación de las turberas mediante el desarrollo de alternativas innovadoras a la turba, y que ha sido calificada por el periódico New York Times como «la heroína desconocida de la captura de carbono». Su producto principal, que está destinado a los invernaderos, es un aditivo para el suelo compuesto por una base biológica libre de turba que mejora el rendimiento de los medios de cultivo, o una mezcla de componentes que proporcionan agua, aire y nutrientes a las plantas. El aditivo de SilviBio mejora la tasa de germinación en un 60% en comparación con los campos sin tratar.
«Estamos mejorando los medios de cultivo para alcanzar el rendimiento que necesitan los agricultores y reducir el impacto medioambiental general», afirma Alicja Dzieciol, cofundadora y directora de SilviBio.
Las bases de SilviBio se sentaron en 2019, cuando Dzieciol, que tiene formación en química, respondió a un reto de la organización forestal del sector público de Escocia. Esta entidad pública buscaba ideas que abordaran la cuestión de la germinación y la supervivencia de las semillas después de un período de sequía a consecuencia de la cual no había germinado hasta el 90% de las semillas de los árboles. Dzieciol recibió financiación por su propuesta de utilizar un aditivo para el suelo, unido con un recubrimiento de las semillas para mejorar la retención de humedad.
A continuación, se asoció con la cofundadora Mariela Aguilera Miranda, una científica experta en plantas para completar su experiencia con un experto agrícola.
Actualmente, el equipo, compuesto por nueve miembros, ha llevado a cabo ensayos en el Reino Unido, Alemania, Suecia y Letonia, y ha cultivando más de un millón de plántulas.
SilviBio no solo se dirige a las organizaciones estatales del sector forestal, sino también al creciente mercado de la madera procedente de un cultivo sostenible. El cultivo de árboles en viveros es una operación compleja; no se trata únicamente de cambiar un producto por otro. «Si el sustrato de cultivo cambia, hay que cambiar todo», afirma Dzieciol. «Hemos estado en contacto desde el principio con los viveros de árboles para comprender cuáles son sus problemas reales y sus necesidades. Así, por lo tanto, los productos se han fabricado en colaboración real.»
La demanda de productos libres de turba aumentará rápidamente a medida que los gobiernos de todo el mundo se marquen objetivos para el cultivo de árboles, y se introduzcan normas que prohíban la venta de turba en los próximos años.
En el Reino Unido, el uso de turba como medio de cultivo descendió de más de un 40% en 2020 hasta un 24% del volumen total en 2022.Growing Media Monitor, Horticultural Trades Association
Con un poco de suerte, estas medidas, combinadas con productos como los de SilviBio, mantendrán el espeso lodo marrón de la turba bajo tierra, almacenando carbono y contribuyendo a la lucha contra el cambio climático.
Esta es una versión editada del artículo original, que inicialmente se publicó aquí.
Perspectivas de inversión
por Gabriel Micheli, director de inversiones, renta variable temática, Pictet Asset Management
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Las turberas, junto con los bosques del mundo, llevan milenios extrayendo carbono de la atmósfera y se consideran una herramienta clave en la lucha contra el calentamiento global. La deforestación que se está produciendo en el sudeste asiático, cuyo fin es la creación de plantaciones de aceite de palma, es, con diferencia, el mayor problema, ya que este proceso conduce a la mineralización de la turba y, por lo tanto, a enormes emisiones de CO2. La protección de los valiosos bosques tropicales es fundamental tanto para reducir las emisiones como para la biodiversidad.
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También es importante gestionar adecuadamente las tierras forestales y cuidar los ecosistemas de los bosques con el fin de mantener la capacidad de los árboles para capturar carbono. Esto se debe a que un bosque gestionado —que incluye la tala, plantación y reforestación, así como la protección de la biodiversidad— captura y atrapa más emisiones de CO2 del aire que un bosque no gestionado.
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Unas prácticas forestales sostenibles logran precisamente esto, ya que la plantación de árboles y la reforestación se realiza de forma cíclica, lo que permite mantener en todo momento la cubierta vegetal, protegiendo el suelo de turba subyacente. Las prácticas forestales sostenibles y los programas de certificación forestal también proporcionan una protección total a aquellos biomas forestales con un valor especialmente alto.
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Aunque el impacto positivo más importante de las empresas forestales sostenibles se debe a que mantienen la cubierta forestal y aplican una silvicultura sostenible, pueden (y cada vez lo hacen en mayor medida) dar otro pequeño pero importante paso para mejorar su huella medioambiental comprometiéndose a utilizar solo suelos sin turba en sus viveros.
* incluyendo almacenamiento de bioenergía y carbono. Sbimkchulze, E. et al. (2020). El efecto mitigador del cambio climático producido por la bioenergía procedente de bosques gestionados con sostenibilidad en Europa central. GCB Bioenergy. 12. 10.1111/gcbb.12672.