Del efecto a la causa
El 14 de octubre de 2015, los meteorólogos detectaron una zona de baja presión en formación cerca del golfo de Tehuantepec en el Pacífico oriental. Nada de lo que observaron hacía suponer algo inusual. De hecho, el frente tardó seis días en alcanzar incluso la modesta condición de depresión tropical. Entonces, en el transcurso de un solo día, y debido a la extraña confluencia de condiciones climáticas en la zona, el sistema se disparó de manera explosiva, creciendo a un ritmo casi sin precedentes hasta convertirse en huracán de categoría 5.
Esta es la historia del huracán Patricia, uno de los acontecimientos climáticos más poderosos jamás observados.
Las megatendancias son los huracanes del entorno operativo global.
Anticiparse a los cambios en el mundo en el que vivimos, ya sean demográficos, tecnológicos, sociales, medioambientales o geopolíticos, tiene mucho en común con la previsión meteorológica, a pesar de las grandes diferencias en las escalas de tiempo correspondientes.
Ambas disciplinas deben analizar una amplia variedad de microfuerzas que continuamente definen nuestro entorno. Ambas deben tratar de identificar qué señales débiles pueden convertirse en trascendentales posteriormente. Y en ambos campos, existen ciertos macropatrones recurrentes (p. ej., estaciones o ciclos económicos) y determinados fenómenos relativamente previsibles que pueden extrapolarse con bastante fiabilidad a partir de datos históricos y condiciones ambientales (p. ej., sequías y consolidaciones en la industria). Finalmente y, lo que es más importante, ambos presentan factores perturbadores a gran escala: fuerzas de cambio emergentes, altamente estructuradas y poderosamente transformadoras.
Lo impredecible del mundo humano
Sin embargo, lo que distingue a las megatendencias de fenómenos como los cambios meteorológicos es la misma realidad esencial que hace que los sistemas sociales sean tan extremadamente complejos y difíciles de predecir: la elección humana. Aunque la teoría del juego y la economía conductual han proporcionado marcos sólidos para comprender cómo la gente toma decisiones, no sirven para dar sentido al desorden reflexivo de incentivos, preferencias y pasiones humanas. Estos modelos no pueden predecir ataques de pánico en los mercados de valores ni aumentos especulativos de precios como la tulipomanía, errores de cálculo geoestratégico o la violencia de un terrorista suicida.
Consecuentemente, para anticipar cambios estratégicos trascendentales en nuestro entorno, debemos tener en cuenta los factores subyacentes de un campo dado (hechos objetivos comprobables más allá de nuestras intuiciones predeterminadas) y el flujo dinámico reflexivo de las percepciones, incentivos, preferencias y elecciones humanas, tanto las individuales como las institucionales. Este es el trabajo de la prospectiva estratégica y sus disciplinas integrantes de planificación de escenarios, observación del panorama, modelado estratégico/interactivo y detección y análisis de las fuerzas de cambio transformadoras a largo plazo, es decir, las megatendencias.
Motores del cambio estructural
¿Qué es una megatendencia? Es un sistema dinámico de cambio que ha surgido de la interacción de múltiples microtendencias, eventos y condiciones diferentes, una fuerza de cambio que ha acumulado su propio impulso autosuficiente.
La escala de megatendencias puede variar desde las históricas (p. ej., la Revolución Industrial o la Reforma Protestante) hasta las estratégicas (p. ej., el comercio electrónico o la titularización financiera) o las generalizadas (p. ej., la economía de aplicaciones o las redes sociales). En estas escalas económicas y temporales, las megatendencias comparten características esenciales. Son fenómenos humanos que integran incentivos, recursos e innovaciones. Las megatendencias no son simplemente señales de cambio, sino motores de cambio; no son indicios, sino fuentes de alteración.
Las megatendancias tienen impulso direccional y efecto causal.
Un claro ejemplo de megatendencia es la polarización laboral impulsada por la tecnología, por la que los sistemas inteligentes y automatizados están eliminando irremediablemente grandes áreas de empleos tradicionales de la clase media.
Aunque el proceso subyacente nos ha acompañado durante miles de años, la velocidad con la que las innovaciones se propagan por el mundo, las intensas presiones competitivas de un sistema económico global y la aceleración de la sofisticación técnica han creado una dinámica de cambio con profundas consecuencias sociales, económicas y políticas.
Como muchas megatendencias, esta tiene una lógica fractal. Su influencia está presente tanto dentro de comunidades y países como entre ellos. Por ejemplo, en Japón, Corea del Sur y China se lograron sorprendentes resultados con el modelo estándar de desarrollo económico basado en el trasvase de trabajadores de la agricultura a las industrias manufactureras con gran demanda de mano de obra impulsado por el crecimiento gracias a las exportaciones.
Sin embargo, para India, Oriente Medio y África, en el contexto de la proliferación de la automatización y la hipercompetición, este camino tan trillado ha dejado de ser viable. Como resultado, el desempleo juvenil y el futuro del trabajo son ahora los principales desafíos estratégicos de los países en todo el mundo.
La entropía geopolítica, la descomposición del orden mundial establecido, es otra megatendencia. El constante crecimiento de nuevas fuerzas globales ha reducido la influencia relativa de EE. UU., dando fin a su "momento unipolar".
Sobrecargado y con menos capacidad de garantizar rendimientos estratégicos y políticos históricos a partir de inversiones en la seguridad nacional, EE. UU. las ha recortado. En casi todas las regiones del mundo, esto ha provocado que los países se replanteen sus intereses, estrategias y alianzas. Esta profunda alteración de los incentivos del Estado nación ha supuesto una incertidumbre estratégica que activa el "dilema de seguridad" en el que los Estados realizan inversiones en defensa que impulsan a sus competidores a hacer lo mismo. Este comportamiento fomenta las carreras armamentísticas regionales, desestabiliza las arquitecturas de seguridad de larga data y hace el aislacionismo más atractivo, y así se intensifica la espiral.
Detectar los primeros indicios de grandes cambios
Desde un punto de vista macroeconómico y microeconómico, las megatendencias tienen una relevancia fundamental ya que transforman mercados, aceleran la selección natural entre empresas y la mayor parte de las veces generan prácticas de arbitraje de un tipo u otro.
Así, para empresas, gobiernos e individuos, la detección temprana de megatendencias resulta ser la tarea más importante y difícil. Esto implica explorar los primeros indicios de cambio y valorar si estos señalan fenómenos que tienen algún tipo de efecto transformador. Tal tarea nunca ha sido tan desafiante o tan potencialmente fructífera ya que estamos asistiendo a una explosión de cambio global.
Algunas megatendencias prometen ser más poderosas que otras. Por ejemplo, los cambios que están ocurriendo en la estructura de la población mundial.
Para 2020, el mundo tendrá 475 millones de habitantes más, el 83% de ellos en África y Asia. Mientras que la mano de obra europea se reducirá, la mano de obra africana aumentará un 30%, pero las nuevas fuentes de empleo a gran escala aún no están a la vista. Entretanto, la hiperurbanización continuará a tal ritmo que para el año 2050, el 70% de la humanidad vivirá en ciudades, algunas de ellas inteligentes y sofisticadas, mientras que otras serán suburbios de expansión desmedida. Para 2030, la demanda de energía aumentará más de un 30% y la de alimentos, un 50%. La escasez de agua afectará a 1.400 millones de personas, si se mantienen las tendencias actuales.
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Pero, ¿se mantendrán esas tendencias? La inversión en innovación de recursos continuará intensificándose para sacar partido a estos patrones de demanda esenciales con resultados potencialmente transformadores. En ningún otro campo la escala de cambio es más radical que en la tecnología. Se espera que el número de dispositivos conectados a Internet aumente en más de un 25% anualmente en el futuro próximo. Esto, junto con el sorprendente crecimiento en datos sociales, las capacidades de análisis predictivo y la supercomputación, modificarán sustancialmente las cadenas de suministro, los modelos de negocio y la propia estructura de las empresas al desaparecer los costes operativos de coordinación.
Por supuesto, estos son solo algunos ejemplos de los enormes cambios de los que seremos testigos en la próxima década. Para anticiparse al cambio transformador al inicio de su evolución, es preciso consultar a los expertos en la materia. Mega ha reunido a un destacado grupo de ellos. Los animo a leer detenidamente todo lo que publicamos a continuación con el objetivo de determinar cómo cada una de estas tendencias podría ser la semilla de la siguiente transformación, aún invisible.