El big data y la inteligencia artificial prometen transformar y mejorar nuestras ciudades.
Ya sea para prever la demanda de agua y electricidad, predecir la congestión del tráfico o facilitar la respuesta ante catástrofes y epidemias, las ciudades utilizan diversas aplicaciones de IA en un intento de proteger el medio ambiente y mejorar las condiciones de vida.
Estas fueron las observaciones formuladas en The Klosters Forum (TKF), un encuentro anual que reúne a participantes de alto nivel de los ámbitos de la ciencia, la empresa, la política y la industria para abordar algunos de los retos medioambientales y sociales más acuciantes del mundo. El Forum de 2024, celebrado a finales de junio, se centró en la resiliencia urbana.
“Las ciudades se enfrentarán a numerosos retos en el futuro como, por ejemplo, inundaciones, islas de calor urbanas y problemas sociales”, afirma Martin Hullin, director de digitalización y bien común de Bertelsmann Stiftung, una fundación independiente alemana.
“Un instrumento importante para aumentar la resiliencia de las ciudades es el análisis de la información de los datos, el cual únicamente alcanzará su pleno potencial si eliminamos los silos de datos y posibilitamos el aprovechamiento de las fuentes de datos, tanto privadas como públicas”.
© 2024 Menah Wellen
Urbanismo facilitado por la IA
Copenhague, Singapur y Barcelona son buenos ejemplos de lo que se puede conseguir. Entre sus iniciativas y éxitos figuran:
- Supervisión de la calidad del aire a escala hiperlocal: Copenhague ha colaborado con Google para repertoriar la calidad del aire calle por calle, generando información para que las autoridades municipales puedan utilizarla, posteriormente, en el desarrollo de políticas anticontaminación y de urbanismo. Por ejemplo, Copenhague utiliza la clasificación de la calidad del aire para diseñar futuros barrios que incluyan “zonas de prosperidad”: vecindarios conectados dotados con escuelas, parques infantiles y redes de transporte integradas, situados lejos de las zonas de alta contaminación. Alentadas por los logros de la capital danesa, Hamburgo, Dublín, Ámsterdam, Londres y Bangalore están llevando a cabo iniciativas similares.
- Gestión de la energía, el agua y el alcantarillado:: Copenhague también utiliza la IA para reducir y optimizar el consumo energético en los edificios municipales a fin de reducir las emisiones de carbono, así como la factura de calefacción y electricidad de la ciudad. Barcelona emplea el big data, el aprendizaje automático y la inteligencia artificial para predecir el consumo de agua y las necesidades de mantenimiento, gestionar el suministro y modelar el tratamiento de las aguas residuales en la red de alcantarillado.
- Gestión del tráfico: Singapur ha sido pionera en el uso de sistemas de transporte inteligentes para optimizar la circulación del tráfico y reducir los atascos, y también ha utilizado el big data para ofrecer respuestas eficaces ante posibles pandemias. Durante la crisis del coronavirus, el país utilizó tecnologías basadas en IA para facilitar el rastreo digital de contactos, distribuir eficazmente vacunas por todo el país, acelerar la toma de temperaturas y promover el distanciamiento social seguro. Aprovechando su infraestructura digital consolidada, la ciudad-estado planea utilizar la IA en los próximos años para mejorar los servicios públicos y fomentar la innovación y la adopción de la IA en los principales sectores económicos del país, como la industria manufacturera, los servicios financieros y las ciencias biomédicas.
La mejora de la eficiencia en el uso de los recursos reduce los costes, pero puede provocar un efecto rebote que estimule la demanda.
Agotamiento digital
Por muy prometedora que sea la IA, los participantes también se mostraron precavidos ante la creciente huella medioambiental de la industria de los datos.
La proliferación de la IA ya está provocando un gran aumento de la huella medioambiental de los centros de datos, por ejemplo. Los centros de datos constituyen la base de las tecnologías de vanguardia, pero compiten por la electricidad y el agua con el resto de las ciudades y sus habitantes.
La Agencia Internacional de la Energía prevé que la electricidad consumida por los centros de datos se duplique con creces en todo el mundo de aquí a 2026, hasta superar los 1.000 teravatios hora, una cantidad casi equivalente a la que consume Japón al año.
Los centros de datos también consumen auténticas barbaridades de agua. En los últimos años, han estallado las tensiones por el agua consumida por los centros de datos en localidades de EE.UU. que padecen estrés hídrico. Grandes tecnológicas como Google y Meta han sido objeto de presiones por extraer tanta agua subterránea en un momento en que el cambio climático está agravando y multiplicando los episodios de sequía.
Microsoft, en su informe de sostenibilidad publicado en mayo, reveló que sus emisiones totales de carbono son actualmente casi un 30% superiores a las de 2020 debido a la expansión mundial de sus centros de datos. Esto dificultará el objetivo para 2030 de este gigante tecnológico de lograr sustraer más carbono del que genera.
“Quienes antes eran pioneros de la responsabilidad medioambiental en el ecosistema tecnológico ya están reduciendo sus objetivos de desarrollo sostenible para poder explotar el revuelo generado por la inteligencia artificial”, sostiene Hullin.
“El impacto medioambiental de la inteligencia artificial constituye una amenaza que actualmente se subestima en el debate global sobre la IA que, dada su exagerada consideración como solución milagrosa, no debería perdurar. Es fundamental que se equilibren los beneficios de la IA con sus costes medioambientales, y este debate no ha hecho más que empezar”.
La industria se enfrenta al problema de que la mejora de la eficiencia, que se traduce en un menor consumo de recursos por unidad de producción, podría verse contrarrestada por un mayor consumo del mismo producto.Para más información, visite https://am.pictet.com/ch/en/institutions/investment-views/active-equity/2023/technology-and-esg#overview
“La mejora de la eficiencia en el uso de los recursos reduce los costes, pero puede provocar un efecto rebote que estimule la demanda”, afirma Steve Freedman, responsable de análisis y sostenibilidad en el equipo de renta variable temática de Pictet Asset Management.
© 2024 Magnus Arrevad
“Los beneficios (de la IA) aún no son visibles. Los centros de datos están acaparando suelo y recursos, y los sistemas energéticos se están viendo sometidos a una presión cada vez mayor”.
Las autoridades municipales también deben protegerse contra las vulnerabilidades y ataques cibernéticos, que pueden tener consecuencias devastadoras. En julio de este año, una actualización de software defectuosa desencadenó lo que se considera el mayor apagón informático de la historia, provocando el caos en aeropuertos, estaciones, bancos, servicios sanitarios y empresas de todo el mundo.
Por otra parte, existe preocupación en relación con la calidad de los datos que, por lo general, no suelen mostrar una perspectiva completa ni pueden constituir una solución en sí mismos. Es más, los algoritmos basados en IA y el aprendizaje automático son capaces de arrojar más datos de los que el ser humano puede manejar, y los urbanistas podrían estar insuficientemente preparados para utilizarlos adecuadamente.
“Se pueden poner tantos datos como se quiera sobre la mesa, pero no servirán de nada si no se tienen los conocimientos técnicos para analizarlos”, explica Amar Rahman, responsable mundial de sostenibilidad y soluciones climáticas de Zurich Resilience Solutions, perteneciente al grupo Swiss Re.
“Los datos deben ser tratados de modo que sean útiles para el público. La visualización es una forma de hacerlo. Los datos deben integrarse en la información que se intenta transmitir para que la percepción del riesgo sea tangible y personal”.
Los delegados asistentes al TKF manifestaron que el urbanismo inteligente no siempre tiene que estar basado en la alta tecnología. Según ellos, las ciudades inteligentes y resilientes requieren áreas urbanas con mejores infraestructuras de transporte, agua, energía y gestión de residuos, oficinas polivalentes, centros logísticos, sistemas adecuados de calefacción, ventilación y aire acondicionado, así como servicios públicos que abarquen desde la sanidad hasta la educación.
“El adjetivo inteligente puede significar muchas cosas. Muchas soluciones pueden ser de baja tecnología, como el dimensionamiento adecuado de las infraestructuras, que es una manera más holística de responder y mejorar la calidad y el bienestar de los ciudadanos”, sostiene Ivo Weinoehrl, gestor sénior de la estrategia Smart City de Pictet Asset Management.
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